“Norbeto Bobbio: La misión del docto revisitada” Págs. 74-86

En éste artículo, el autor explicar el papel que desempeña una persona que es considerada científica, dando lugar a los filósofos. Retoma citas de Fitche, quien piensa en el filósofo como “en la persona que debería velar por el progreso real de la humanidad y favorecerlo.” Entonces, el científico debería tener la obligación de promover la ciencia y sobre todo preocuparse del progreso de la rama de la ciencia de la que es especialista, pero al mismo tiempo debería guiar a los hombres de sus verdaderas necesidades y revelarles la manera de satisfacerlas. De este modo la postura del docto es, por su misión, el maestro de la humanidad, el educador del género humano, el hombre moralmente más perfecto de su tiempo. Por su parte, Bobbio difiere de los ideales de Fitche, él nos habla del trabajo que realizan los intelectuales, el cual se describe ordinariamente como, aquel que trabaja con la cabeza y no con las manos. Aclarando que es diferente el trabajo intelectual de un función intelectual, ya que, el segundo término se refiere cuando alguien, ya se trabajando con la mente o pensando con las manos, contribuye de forma creativa al saber común y al bien colectivo. Con estas definiciones pareciera que la función intelectual se identifica con la creatividad. En la mayoría de las definiciones se considera a la creatividad es una capacidad industrial y comercial de resolver problemas, y en este caso se identifica con innovación, o bien una disposición para concebir ideas nuevas que conduzcan a la obtención de ganancias. Así que para tomar en cuenta un término de creatividad amplio y exacto se tomará en cuenta como aquella que produce algo inédito que la comunidad estará dispuesta a reconocer, aceptar, a hacer su propio y a reelaborar, como decía C. S. Peirce, y que se convierte por tanto en patrimonio colectivo, a disposición de todos, y no para disfrute personal exclusivo. Denisse Sánchez Carrillo.